El estudio ‘Integrating self-regulated learning and individual differences in the prediction of university academic achievement across a three-year-long degree’, coordinado por vicedecano de la Facultad de Educación de la UNED, Juan Carlos Pérez, estima que un 25% del rendimiento de los estudiantes universitarios depende de las habilidades blandas (soft skills) o variables no intelectuales.
La investigación evaluó una serie de variables psicológicas de estudiantes al inicio de la titulación universitaria para, posteriormente, registrar su rendimiento académico medido a través de las calificaciones de asignaturas en los tres cursos de duración de la titulación.
La investigación de la UNED (acceso en este enlace) destaca que las variables personales son «más adaptables y educables que las de carácter cognitivo», como la inteligencia general o el razonamiento inductivo.
El texto señala que cinco factores no cognitivos como el compromiso académico, la autoeficacia académica (confianza en que soy capaz), la regulación del comportamiento y el contexto, y la diligencia ( citados en la versión original del estudio como academic engagement, academic self-eficacy, regulation of behavior and context, and conscientiousness) por sí solos explican entre el 17% y el 25% de la variación del rendimiento académico -GPA, Grade Point Average- en tres años, y el rendimiento académico previo representaba a un 25% adicional de la varianza, alcanzando en conjunto una varianza explicada de hasta el 50% en las calificaciones.
En concreto, de estas habilidades, las que tuvieron un mayor impacto en las calificaciones al término de los estudios fueron el rasgo de la personalidad conocido como responsabilidad y que está estrechamente relacionada con la motivación y el impulso, dado que es una propensión asociada a la persistencia, la autodisciplina y la motivación de logro.
Así como otras dos variables como el compromiso académico y la autoeficacia que contribuyen a regular la motivación y el estado de ánimo. Por otra parte, la regulación del esfuerzo y la gestión del tiempo son importantes porque regulan aspectos del comportamiento y del contexto para facilitar la concentración y el estudio.
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